miércoles, 8 de septiembre de 2010

EL PRINCIPITO

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XII

El planeta siguiente estaba habitado por un bebedor. Esta visita fue muy breve, pero sumió al principito en una gran melancolía.
–¿Qué haces ahí? –preguntó al bebedor, a quién encontró instalado en silencio ante una colección de botellas vacías y una colección de botellas llenas.
–Bebo –respondió el bebedor, con aire lúgubre.
–¿Por qué bebes? –le preguntó el principito.
–Para olvidar –respondió el bebedor.
–¿Para olvidar qué? –inquirió el principito, que ya le compadecía.
–Para olvidar que tengo vergüenza –confesó el bebedor bajando la cabeza.
–¿Vergüenza de qué? –inquirió el principito, que deseaba socorrerle.
–¡Vergüenza de beber! –terminó el bebedor, que se encerró definitivamente en el silencio.
Y el principito se alejó, perplejo.
Las personas grandes son decididamente muy pero muy extrañas, se decía a sí mismo durante el viaje.
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Antoine de Saint-Exupéry: El principito.
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Una vez más. vayamos por partes:
  • Este es un ejemplo perfecto de análisis. La idea del bebedor es: "bebo para olvidar que me da vergüenza beber". Pero, al separar las acciones mediante el diálogo, realmente se produce un olvido que rompe la relación de causa-efecto. Sólo con la síntesis podemos comprobar el absurdo del conjunto.
  • Podríamos sustituir "beber" por "hacer" (y por cualquier acción-verbo). La idea sería entonces, "hago lo que hago, para ocultar la vergüenza que me da lo que he hecho". Cuando trabajamos, cuando nos divertimos, cuando asumimos una rutina, ¿hasta qué punto estaremos libres de este proceso? Es difícil saberlo, pues precisamente cuando hacemos tantas cosas, olvidamos el conjunto de la idea que nos mueve (y probablemente lo hagamos para olvidarlo).
  • El absurdo sólo se sostine mirado desde esta perspectiva: lo que realmente queremos es "tener vergüenza". Al mismo tiempo deseamos tener vergüenza (ser buenos hijos, aceptados por los amigos y la sociedad), y al mismo tiempo queremos ser unos desvergonzados (libres y poderosos). La culpa. Hago lo que hago, para poder sentirme culpable. ¿Y qué ganamos con eso?
  • Y, finalmente, llegamos a la gran ironía del principito, el hombre mayor con mirada de niño. ¿En qué consiste esa incomprensión hacia las personas mayores? Miradas en conjunto, son tan absurdas como el principio del bebedor. Pero este capítulo nos da la clave. Las personas mayores hacen lo que hacen (crecen) para olvidar la vergüenza que les produce crecer. En realidad no consiguen abandonar su infantilidad y son, por tanto, niños que se han traicionado a sí mismos, y viven (beben) traicionándose a sí mismos constantemente.

Pero nos basta el reconocimiento de los otros traidores: ellos son como yo. ¡Bebamos todos juntos! Sólo hay algunos pocos principitos. Los que asumen la responsabilidad de su propia inocencia, y sus vergonzantes impulsos infantiles. Los que son capaces de cruzar a solas el universo, hacer amigos, dejar amigos, morir... y todo por el absurdo amor a una rosa.

2 comentarios:

  1. Un libro increibles...
    tienes que publicar más libros,pero para evadirse uno,... no te lo tomes a mal, por favor... jamás lo haría!!! pero es que recuerdo los comentarios de textos...uf!!!! jajajaja... que los libros son para disfrutar, dejar volar la imaginación, como bien se dice... (quizás deje volar la mia demasiado y por eso a veces me estrello) ...
    un blog que he descubierto hace muy poquito y te recomiendo: http://beldevoradoradelibros.blogspot.com/

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  2. Gracias por tu comentario. Me gusta mucho que la colaboración sea mutua.

    Lamentablemente, nunca he creído en la literatura de evasión. El arte me "atrapa" tanto como la vida real. Y generalmente siento que lo que busco como refugio se convierte en una cómoda prisión que me elimina libertad y fuerza.

    El principito "huyó" de su asteroide, sólo para aprender a amar mejor a su rosa.

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