domingo, 12 de junio de 2011

GÓNGORA: La identidad.

.....Hurtas mi vulto y cuanto más le debe
a tu pincel, dos veces peregrino,
de espíritu vivaz el breve lino
en los colores que sediento bebe,
.....vanas cenizas temo al lino breve,
que émulo del barro le imagino,
a quien (ya etéreo fuese, ya divino)
vida le fïó muda esplendor leve.
.....Belga gentil, prosigue al hurto noble;
que a su materia perdonará el fuego,
y el tiempo ignorará su contextura.
.....Los siglos que en sus hojas cuenta un roble,
árbol los cuenta sordo, tronco ciego;
quien más ve, quien más oye, menos dura.
 
 
Recuerdas, Abraham, los tiempos de gran ignorancia, cuando estabas en la Facultad, y poemas como éste eran el emblema de vuestro trabajo. Ahora podrías prescindir del aparato retórico, y acudir sólo a la memoria.
 
  • Identidad robable. El desdoble del espejo, tratado a través del cuadro, no es original de Dorian Gray. Es un tópico. Está claro que lo que soy es algo diferente a lo que conozco de mí conscientemente, y, sin lugar a dudas, a lo que conocen de mí los demás. Sin embargo, mi identidad es más la que los demás me otorgan que yo mismo. Milán Kundera, en su libro La inmortalidad, aborda precisamente este tema, cómo la posteridad trata no con la persona, sino con una colección de opiniones y anécdotas que han triunfado sobre la persona misma. Esto sucede claramente con la crítica, que encumbra a unos autores y silencia a otros. Mientras más cuadros, más imágenes, más lino, parece que esa persona ha tenido más existencia que aquél del que apenas leemos su nombre en el epitafio. Somos celosos de una identidad que cotidianamente nos es arrebatada... también esto es vanidad y alimentarse de viento.
  • Vanidad. Obsérvese el adjetivo del verso 5. ¿Cuál sería el sentido más normal de la vanidad en este poema? El barro es vano, nuestro cuerpo es vano: materia que se organiza y se corrompe. Lo fundamental de nosotros no es nuestro barro, que a fin de cuentas se va renovando como si ardiera constantemente. El fuego es vano, nuestro aliento, nuestra biología es vana. Se nace como se muere. El tiempo nos sostiene un momento y luego nos desvanecemos como lágrimas en la lluvia. No es nuestra energía lo fundamental de nosotros, que toma de aquí y de allá sus continuas transformaciones.
    Pero a nada de esto atiende el adjetivo "vanas" en el poema. "Vanas" son las cenizas. Y esto puede leerse de dos maneras. Son cenizas inútiles, que no servirán para nada, en cuanto que son producto del fuego y del barro. Pero, por otro lado, es inútil que sean cenizas, que sean final, pues no destruyen el ser. Mi identidad, por un lado, y mi ser, por otro, no es destruido ni por la materia ni por el tiempo. Desaparecido el cuerpo, desaparecido el cuadro, Góngora sigue estando aquí.
  • Las hojas. Las hojas del roble son las hojas del libro o las hojas de los lienzos. Telas y papeles que se multiplican igual que los años. Igualmente, ese retrato y esos poemas no son más que telas y papel, manchas de tinta. ¿Es menos Góngora el que recitaba estos versos, el que los escribía, el que los lee ahora? Delante sólo tenemos manchas; nosotros rescatamos de esas manchas el dibujo que es el mundo y el texto que es el mundo. Y no somos otra cosa que ese rescate. Sobre la madera arde el tiempo, no sobre nosotros. Nostrotros no pertenecemos al tiempo, sino al instante.
  • Quien más ve, quien más oye, menos dura. La materia, inerte o viva, materia al fin, sobre esa vemos actuar el tiempo. La diferencia entre la materia y nosotros es el saber. ¿Sabe acaso la madera dónde está? ¿Acaso el fuego sabe que arde? Nosotros no somos un arder, somos un saber. Y en cuanto saber, estamos en nuestro cerebro tanto como en nuestras palabras o en nuestro actos. Y, claro, ese saber no es nuestro, es un saber robado (o cogido prestado, como Prometeo quiera decirlo). Yo no he de durar, he de ver, he de oír, he de hablar.
  • La identidad. ¿Es que acaso son mías mis palabras? ¿Es acaso mío el mundo? ¿Puede ser mío el saber? Puedo tomar, tal vez, posesión del espacio y del tiempo. Este es mi aquí, y este es mi ahora; y en el aquí y en el ahora puedo poner casas, islas, coches, joyas e incluso personas (pues ¿cómo negar que tú eres mi aquí y mi ahora?). Pero no puedo tomar posesión del saber. No es mío. Simplemente respondo de él. Como hijo, soy fruto del saber; como padre, soy responsable de él. Pero si saber es lo que soy, tampoco puedo tomar posesión de mí mismo. Mis ideas no son de mi propiedad; mis palabras no son de mi propiedad; yo no soy de mi propiedad... pero sí mi cuidado. Y el que tenga oídos que oiga.

Y ahora, otras voces sobre este poema:
  1. Mercedes Blanco: Góngora et la peinture. Université Charles-de-Gaulle.Lille 3. Creathis.
  2. Kristen Kramer: Mitología y magia óptica: sobre la relación entre retrato, espejo y escritura en la poesía de Góngora. Universidad de Erlangen, Nuremberg.
  3. Sorprendente falta de documentos españoles en el Google Académico sobre este poema.

5 comentarios:

  1. Respecto al tema de la identidad, me interesa lo que propone esa película de Bergman, Persona.

    Quizás detrás de la última de nuestras máscaras que ocultan nuevas máscaras no haya nada.

    Salud.

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  2. No Surrender: tal y como tú lo planteas, no tiene por qué haber nada tras las máscara; sino entre las máscaras.
    La elección o articulación de máscaras es el quid.
    La persona está ahí. La máscara está ahí. Las máscaras están ahí. Incluso las máscaras que no están, están ahí. Eso es lo que hay.

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  3. Una duda: Hay dos "breves" en el soneto. ¿El segundo podría ser, además de adjetivo, una forma verbal?¿Una síncope de "abreve"? Así se multiplicaría el significado...

    (Profundos comentarios los suyos.
    ¡Cuánto da de sí el paisano !)

    Un saludo.

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  4. Interesane observación, ranstom.

    Lo que dices podría ser, aunque Góngora no suele forzar tanto el lenguaje: date cuenta de que no sólo se salta la "a-" sino que haría falta un nexo que lo subordinara a "temo"
    Sería:
    "vanas cenizas temo que al lino abreve"
    Inmediatamente, las "cenizas" se convierten en complemento circunstancial (¿no haría falta también una preposición?) de "abreve",con un hipérbaton (tal vez funcionarían como complemento directo y "al lino" el indirecto). Por otro lado, ¿cuál sería el sujeto de "abrevar"? Cambiaría de una segunda persona (el pintor) a una tercera (¿Prometeo?, ¿el tiempo?); o podemos incluso admitir como sujeto las propias cenizas o el lino, puestos a desmontar la sintaxis.

    En cuanto a los significados: ¿por qué no nos comentas cuáles has visto tú? ¿Qué nuevos significados surgen de esta nueva visión?

    Yo lo que veo es que las cenizas con las que el pintor abreva al lino, serían como las cenizas con las que Prometeo alimentó el barro (=lino). Es decir, el fuego mismo ya serían las cenizas (barro a fin de cuentas). Pero todo esto ya está en la paronomasia "bebe-breve" (es nuestra sed, al saciarse, la que acorta nuestra vida), y en la isotopía "cenizas" (en relación al fuego) y "barro" (en relación al agua, bebida, las pinturas), y está también en la manera de hablarnos del fuego de Prometeo (que nos dio vida y nos consume).

    Es decir: yo, viciado por mi propio punto de vista, no consigo ver nuevos significados. Sería muy interesante que nos explicaras esos nuevos significados que tú sí has visto.

    Muchas gracias, ranstom, por tu comentario. Cada lectura nos regala un poema nuevo.

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  5. Lo pensaré más despacio, pero supongo que en el caso de la opción verbal (abreve), el sujeto creo que es el "pincel", ese doble peregrino, que va de la paleta de colores (vanas cenizas)(pigmentos fabricados con ceniza) hasta el lino y viceversa.
    Pero claro, esas vanas cenizas, son también la materia del retratado, que se ve así mismo como barro.
    Otro significado adicional provendría de la otra acepción de "abrevar" que es remojar una piel para adobarla....pero eso es ya muy especulativo.
    Y en todo caso, todo está íntimamente ligado a ese concepto de fugacidad de lo viviente y robo y permanencia del espíritu, que tú has explicado tan maravillosamente.
    Un saludo, paisano.

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