domingo, 20 de noviembre de 2011

BEETHOVEN: Sinfonía nº 9 en re menor, op. 125




Temida y esperada hora, finalmente has llegado. Coincidiendo con la entrada número 100, vamos a hablar de la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven. Repito, como hice en mi comentario de la Sinfonía del Nuevo Mundo de Dvorak, los reparos de traducir la música a pensamientos e ideas; no tanto por traicionarla a ella, la música, sino por traicionar vuestra propia experiencia.
Sin embargo, discúlpeme quien vaya a seguir leyendo: voy a explicar lo que para mí es, hoy, cada frase de esta música, qué puede decirse a través de ella. Pido, pues, viejo Ludwig de riguroso carácter, que me des tu permiso y tu perdón; y si no me lo das, pues te fastidias, y fastidados los dos emprenderemos el análisis.
Tú fuiste, tal vez, mi primer amigo. Como ves, se impone la sinceridad. Así que no puedo ser frío ni lógico, sino que hablar de esta música es hablar de mi propia vida. Además, muchas veces he nombrado esta sinfonía como el emblema de lo humano, el mayor monumento construido por el hombre, al menos en Occidente. Así que hablar de esta sinfonía es hablar de lo que ha sido mi vivencia de mí, mi vivencia del Hombre y mi vivencia de Europa.
Durante veinte años esta música ha sido mi bastón. Me ha dado apoyo en los momentos en los que el mundo era difícil de soportar. Ha marcado los caminos que iba encontrando dignos de pisar. Con ella he medido el edificio de Occidente, su pensamiento, su arte, su manera de sufrir y equivocarse. Veo que ha llegado el momento de que el bastón se rompa, de qu me diga sus últimas frases, a modo de bendición, y me deje marchar solo a la intemperie del mundo. Y sé que en cualquier caso, como fuerza o dolor, seguiré escuchando tus palabras, imagen de otro orden, en el perderse de mis días.
Conocidas son las declaraciones de Franz Schubert a este respecto: «Lo sabe todo, pero nosotros todavía no podemos comprenderlo todo y habrá de correr mucha agua por el Danubio antes de que todo cuanto ha creado este hombre sea comprendido generalmente. No sólo porque es el más sublime, el más fecundo de todos los músicos, sino también porque es el más fuerte. Es tan fuerte en la música dramática como en la música épica, en la lírica como en la prosaica; en una palabra, lo puede todo. Mozart con relación a él es como un Schiller con relación a Shakespeare; a Schiller ya se le comprende, mientras a Shakespeare no se le comprenderá en mucho tiempo. Todo el mundo comprende ya a Mozart; nadie comprende bien a Beethoven. Para eso habrá que tener mucho espíritu y todavía más corazón, y ser indeciblemente desgraciado en amores, o sinmplemente desgraciado». ¿Sabes lo que te digo, Schubert?: ¡Vete al carajo, Schubert, vete al carajo!
Esta tarde voy a salir al campo de la mano del viejo Luis; ¡a ver quién tiene la habilidad para impedírnoslo! Daremos un largo paseo, por los senderos al lado de los bosques, a través de los arroyos, viendo mecerse lejos las montañas, hasta que el frío diga que es hora de volver. Tú me tararearás y yo te escribiré del sonido del viento, del trino irreverente de los pájaros, incluso del curioso crujir de nuestras pisadas. Porque luego llegará la noche, nos despediremos, un abrazo, amigo. Tendré que caminar aún algún tiempo hasta mi casa. Y al llegar, mi esposa me preguntará extrañada: ¿Dónde has estado, que llevas la cara marcada de soledad?


En vista de que nos hemos demorado, dejaré el análisis pendiente para la próxima entrada.


domingo, 13 de noviembre de 2011

F. Schiller: ODA A LA ALEGRÍA


(Traducción al castellano del original alemán)

Esta Oda a la alegría es el resultado de una puntilla de la censura de la época. El poema original trataba sobre la libertad, pero los gobiernos autoritarios del siglo XVIII impusieron que se sustituyera "libertad" (freiheit) por "alegría" (freude). Visto lo visto, me parece mejor la versión oficial, y aún más la que luego ha tomado la Unión Europea como himno (paradojas de la Historia).
Si leemos el poema de Schiller podemos comprender la fascinación que le infundió a Beethoven. Muchos tenemos esa idea de Ludwig atormentado por la brutalidad de su padre. Pero el vínculo con el padre permanece siempre a través de la música, a la que tan duramente le obligaba. La música le permite conectar con otros valores paternos: el ideal de su abuelo Ludwig (como él), la cultura de familias como los Breuning, maestros como Neefe o Haydn. En este poema vemos precisamente eso: la sublimación del padre imaginario en pro de una búsqueda del Padre, simbólico.
En el poema de Schiller predomina más el sentido freudiano de la alianza de hermanos para derrocar al padre dictador. Esa idea de la fraternidad unida frente al tirano está directamente vinculada al espíritu revolucionario de los primeros compases de la Edad Contemporánea; pero también nos suenan familiares hoy día: "abajo con esa pandilla de mentirosos". El poema de Schiller se queda, en cualquier caso, muy vinculado a valores de juventud, universitarios, sociales y cristianos. Es significativo que Beethoven seleccionara precisamente las estrofas más cósmicas, aquellas donde se trabaja más la idea de la alegría en su esencia (y que, curiosamente, encaja mejor junto con la idea original de "libertad"), y descartara las otras.
También a mí me interesa precisamente esa idea remarcada en el estribillo: "buscadlo más allá de la bóveda de estrellas!". Lo fundamental aquí es la idea de trascendencia. Ahí radica la auténtica libertad; pero aún más interesante es situar ahí la alegría. "Salir" es el concepto que muchas personas relacionarían con la alegría: salir de marcha, salir de fiesta, salir al campo (como Beethoven), salir de viaje... Incluso el término "diversión" viene de "recorrer un camino distinto, diverso"; literalmente, "verter de forma distinta". Salir de lo que está establecido.
En qué consiste ese más allá, por encima de lo material, por encima de lo animal, por encima de lo humano, por encima de la palabra... ah, ese es el quid de la cuestión.

Felices, como vuelan los soles,
por los grandiosos espacios del cielo,
seguid, hermanos, vuestra carrera,
alegres, como un héroe a la victoria.