domingo, 8 de junio de 2014

KAFKA: Ser infeliz. FANTASMAS

.....–¡Pero ya que no sintió propiamente miedo ante la aparición, podría haberse planteado tranquilamente la pregunta acerca de su causa!
.....–Resulta notorio que usted todavía no ha hablado con fantasmas. De ellos no se puede recibir nunca una información clara. Todo es un divagar aquí y allá. Esos fantasmas parecen dudar de su existencia más de lo que nosotros lo hacemos, lo que, por lo demás, y debido a su abatimiento, no produce ninguna sorpresa.
.....–Sin embargo, he oído que se les puede rellenar.
.....–Ahí está usted bien informado. Eso sí que se puede hacer, ¿pero a quién le interesa?
.....–¿Por qué no? Si se trata, por ejemplo, de un fantasma femenino –dijo, y subió un escalón más.
.....–¡Ah, ya! –dije–, pero aun así no está dispuesto.
.....Me despedí. Mi vecino estaba ya tan alto que para verme necesitaba inclinarse bajo una bóveda formada por la escalera.
.....–No obstante –le grité–, si me quita a mi fantasma, hemos terminado y para siempre.

Franz Kafka: Ser infeliz (Unglücklichsein), 
en Contemplación (Betrachtung) 1913.

Innecesariamente  confieso que este texto me ha paralizado durante meses. Esa parálisis puede constatarse en el historial de publicación. Como si yo mismo hubiera sido sacudido por un fantasma. El fantasma propio o el fantasma de Kafka, es difícil de saber.
Uno está tentado de pensar que detrás del absurdo kafkiano hay una lógica oculta, porque hay en él un olorcillo a discurso racional y metódico. Uno está tentado de pensar que simplemente no puede evitarlo. Pensar que texto y autor son uno, que el texto refleja lo que el escritor es, que el escritor no puede sino volcarse a sí mismo en sus textos. Igual que con la pretendida realidad.
¿Hay truco entonces en las máscaras? Podríamos realmente rastrear una lógica que nos permitiera conocer lo real más allá de los fantasmas. Nuestra torpe interpretación forzada. La memoria y sus extaños espejismos. Los setidos creadores de nubes y sombras. ¿Hay método entonces?
Es todo este texto la excusa para que K. se encuntre a solas con un niño, fantasma pero niño, si fuera al menos una mujer, pero los fantasmas no se dejan. –No, no pasa nada. Naturalmente, un niño. Pero usted no es tan pequeño. Ya está usted bastante crecido. Si fuera una muchacha, seguro que no podría encerrarse conmigo así, sin más, en la habitación. Si al menos el niño, mujer fantasma, se dejara rellenar. ¿Sería esta alusión eufemística (auffüttern) lo más sincero del texto? ¿Es la pasión sexual más auténtica que cualquier discurso? Ixión rellenó a un fantasma: la nube de Hera. De su relación ilusoria nacieron los centauros, sexualmente vigorosos, pero entre ellos Quirón, maestro de héroes jóvenes.
¿Acaso un castillo de sombras construido en torno a una sencillez sexual el que intentamos sin éxito querer penetrar?

.....–¿Ah, sí? ¿También se atreve a decirme eso? Usted es audaz en demasía. A fin de cuentas se halla en mi habitación y, además, no ha parado un momento de frotar como un loco la pared con los dedos. ¡Mi habitación, mi pared! Y, por añadidura, todo lo que dice no es sólo una frescura, sino ridículo. Usted dice que su naturaleza le obliga a hablar conmigo de esa manera. ¿Realmente es así? ¿Su naturaleza le obliga? Muy amable por parte de su naturaleza. Su naturaleza es mía, y si yo me comporto amablemente, por naturaleza, con usted, usted no puede sino hacer lo mismo.
.....–¿Eso es amabilidad?
.....–Hablo de antes.
.....–¿Sabe usted cómo seré más tarde?
.....–No sé nada.

Franz Kafka: Ser infeliz (Unglücklichsein), 
en Contemplación (Betrachtung), 1913.

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